Ulises Meza, Ana Catalina Romero-Méndez, Yamhilette Licón y Sergio Sánchez-Armáss
RESUMEN
La membrana plasmática es la estructura que delimita a la célula. Inicialmente
conceptualizada como una barrera inerte, divisoria del interior y exterior celular,
en la actualidad se le reconoce como un elemento dinámico y fundamental en el
mantenimiento de la integridad de la célula. Su plétora de componentes lipídicos
y proteicos propicia su participación en muy diversos e importantes procesos por
ejemplo: transporte y permeabilidad selectiva de sustancias e iones, excitabilidad,
movilidad, diferenciación, exocitosis, reconocimiento intercelular y transducción
de señales extracelulares. La presente revisión incluye un breve recuento de los
principales modelos que han conducido a la concepción actual de su estructura y de
sus propiedades funcionales y destaca las implicaciones del modelo vigente de balsas
de membrana en procesos de señalización intracelular.
ABSTRACT
The plasma membrane is the structure that delimits the cell. Originally, it was just
considered a physical barrier that separates the inside from the outside of the cell.
But now, it is visualized as a dynamic structure, enclosing diverse lipids and proteins
elements, which is involved in several important processes e.g., ion permeability
and transport, excitability, cell migration, hormone and neurotransmitter secretion,
extracellular signal transduction, cell differentiation, and cell to cell recognition.
This review contains a brief overview of the development of the plasma membrane
concept, including its current model that involves the dynamic nanoscale heterogeneities
denominated membrane rafts. The functional relevance of membrane rafts
is also discussed.
*Recibido: 14 de junio de 2010 Aceptado: 28 de octubre de 2010
REB 29(4): 125-134, 2010 125
PALABRAS
CLAVE:
Balsas lipídicas,
caveolas,
señalización,
colesterol
Departamento de Fisiología. Facultad de Medicina. Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Av. Venustiano Carranza # 2405. San Luis Potosí, SLP. CP. 78210. México.
Correo E: umeza@uaslp.mx, armass@uaslp.mx
KEY WORDS:
Lipid rafts,
caveolae,
signaling,
cholesterol
LA MEMBRANA
PLASMÁTICA: MODELOS, BALSAS Y
SEÑALIZACIÓN*
1. Origen y desarrollo del concepto de
membranas biológicas
Una de las primeras referencias al concepto de
membrana biológica se adjudica al botánico alemán
Pfeffer (1887) (1), quien lo habría postulado al
describir la similitud del comportamiento osmótico
entre células y membranas artificiales (Tabla 1).
En particular, Pfeffer observó que las propiedades
osmóticas exhibidas por las membranas de algunos
tipos de células vegetales semejaban a las de las
membranas obtenidas al precipitar ferrocianuro
cúprico sobre paredes porosas de cerámica. Posteriormente,
Overton (1899) (1) demostró que las
sustancias lipofílicas penetraban la célula con mayor
facilidad que aquellas que no lo eran, lo que le
llevó a concluir que la estructura que delimita a la
célula debería estar constituida por una capa lipídica.
Más tarde, el valor de la capacitancia eléctrica
de la membrana plasmática fue reportado. En este
sentido, Fricke (1923) (2) determinó el valor de 1.0
µF·cm-2 para la membrana de eritrocitos, mientras
que en otros tipos celulares el valor fluctuó entre
1.0 y 6.0 µF·cm-2. Esta aparente inconsistencia
fue adjudicada a la variabilidad en el espesor de
las membranas analizadas. En su estudio clásico,
Gorter y Grendel (1925) (3) determinaron el valor
del área ocupada por los lípidos extraídos a partir
126 Meza U, Romero-Méndez AC, Licón Y, Sánchez-Armáss S
Año Autores Observación Ref.
1887 Pfeffer Similitud del comportamiento osmótico entre células vegetales
y membranas artificiales. 1
1899 Overton Naturaleza lipídica de la membrana plasmática. 1
1923 Fricke Determinación del valor de capacitancia eléctrica específica
de la membrana plasmática. 2
1925 Gorter y Grendel Organización de los lípidos de la membrana plasmática en
bicapa. 3
1934 Danielli y Harvey Presencia de proteínas en la membrana plasmática. 4
Danielli y Davson Teoría paucimolecular de las biomembranas. 5
1959 Robertson Teoría unitaria de las membranas biológicas. 6
1972 Singer y Nicolson Modelo del mosaico fluido. 7
1975 Chapman Segregación de dominios lipídicos en el plano lateral de la
membrana. 8
1988 Simons y van Meer Existencia de microdominios de esfingolípidos. 14
1997 Simons e Ikonen Modelo de balsas lipídicas e importancia del colesterol como
elemento de las mismas. 15
2002 Anderson y Jacobson Incorporación de proteínas a balsas lipídicas a través de un
proceso jerárquico. 24
Zacharias y cols.
Presencia de nanodominios lipídicos en la monocapa interna
de la membrana plasmática sin correspondencia necesaria
con balsas lipídicas en la capa externa.
16
2006 Pike Sustitución del concepto de balsa lipídica por el de balsa de
membrana. 17
2010 Ligwood y Simons Revaloración del modelo de balsas como principio organizador
de las funciones de las membranas biológicas. 20
TABLA 1
CRONOLOGÍA DEL MODELO DE LA MEMBRANA PLASMÁTICA
de la membrana plasmática de eritrocitos e inesperadamente,
encontraron que dicho valor correspondía
al doble del de la superficie calculada para un
número conocido de estas células (asumiendo una
forma discoidal para ellas). Estos investigadores
infirieron, acertadamente, que la membrana de los
eritrocitos está constituida por una bicapa de lípidos
con un espesor de 5.0 – 6.0 nm. Posteriormente,
al comparar la tensión superficial de la membrana
plasmática de ovocitos de erizo de mar (0.2
dinas·cm-1) con la de una interfase artificial lípidosolución
acuosa (10.0 -15.0 dinas·cm-1), Danielli y
Harvey (1934) (4) evidenciaron el requerimiento
de un factor adicional que explicaba la atenuación
de este parámetro en las membranas biológicas,
el cual adjudicaron a la presencia de proteínas.
Otro avance significativo en la consolidación del
concepto de biomembrana se atribuye a Danielli y
Davson (1934) (5), quienes propusieron la teoría
paucimolecular de la membrana, según la cual las
membranas biológicas presentan un grupo mínimo
de constituyentes moleculares que incluye: una
región central de naturaleza lipídica no polar y espesor
variable, bordeada (a ambos lados) por una
monocapa de fosfolípidos cuyos extremos polares
estarían orientados hacia el exterior y una monocapa
más externa de proteínas globulares. En 1959,
Robertson (6) postuló la denominada teoría unitaria
de la membrana, la cual establece que todas las
membranas biológicas están constituidas por una
REB 29(4): 125-134, 2010 La membrana plasmática: modelos, balsas y señalización 127
bicapa lipídica. El sustento de esta propuesta fueron
imágenes de membranas celulares obtenidas
por microscopía electrónica en las que era posible
distinguir una región intermedia de baja densidad
electrónica delimitada por estructuras periféricas
de mayor densidad; la región intermedia correspondía
a las cadenas hidrocarbonadas de los lípidos
y las estructuras periféricas a los grupos hidrófilos
de los lípidos y/o a las proteínas asociadas. El aná-
lisis detallado de este tipo de imágenes permitió a
Robertson hacer extensivo su modelo al conjunto
de membranas intracelulares. El modelo unitario
establecía, adicionalmente, que los componentes
proteicos se alojan principalmente sobre las superficies
de la bicapa lipídica y sólo una proporción
muy reducida de su estructura se localiza en la
región central hidrófoba de la membrana. Aún
cuando este modelo definía a la bicapa lipídica
como una barrera al libre flujo de iones y moléculas
hidrófilas, no descartaba la posible presencia
de canales acuosos a través de los cuales pudiese
darse el transporte de estos materiales. Esto último,
bajo la condición de que dichos canales, de
existir, deberían expresarse en muy baja densidad
ya que su presencia difícilmente era detectable en
las micrografías electrónicas.
1.1. Propiedades dinámicas de las
biomembranas
Los modelos hasta aquí mencionados se refieren,
básicamente, a las características estructurales
estáticas de las membranas biológicas. Y no fue
sino hasta finales de los años sesentas cuando
surge el concepto de fluidez de membrana que
incorpora los aspectos dinámicos (por ejemplo:
difusión, recambio, intercambio e interacciones
moleculares) que se presentan en, o se dan entre,
los elementos constitutivos de las biomembranas
(7, 8). En 1972, Singer y Nicolson (7) incluyeron
esta novedosa perspectiva en su conocido modelo
de mosaico fluido, al postular que la membrana
plasmática está constituida por una bicapa fluida
de lípidos capaz de alojar diversos conglomerados
o mosaicos proteicos. Estos últimos, pueden estar
parcialmente inmersos, o bien, pueden atravesar la
bicapa lipídica y, en ambos casos, protruir de ella.
El modelo de mosaico fluido, adicionalmente, resalta
las interacciones hidrófobas que se establecen
entre las proteínas y los lípidos constitutivos de la
membrana, así como la distribución aleatoria que
ambos elementos guardan como resultado de su
difusión en el plano de la membrana. Posterior a su
planteamiento, surgieron diversas observaciones y
críticas a este modelo. Por ejemplo, estudios sobre
las propiedades mecano-químicas de las membranas
de eritrocitos indicaron que los parámetros
intrínsecos de los materiales de la membrana (por
ejemplo: densidad, módulo elástico, viscosidad,
energía libre superficial y módulo de deformación)
mostraban diferencias significativas con respecto
a los observados en bicapas lipídicas artificiales.
Este hallazgo resultaba inconsistente con el modelo
de mosaico fluido, ya que una biomembrana
conteniendo estructuras proteicas muy separadas
(a manera de icebergs) y sin restricción de movimiento,
se esperaría que exhibiera propiedades
muy semejantes a la de una bicapa lipídica artificial.
Cuestionamientos de este tipo promovieron
diversas modificaciones al modelo original. Así, por
ejemplo, se incorporó la noción de asimetría entre
las dos monocapas de la membrana (9, 10) y se
resaltó la naturaleza selectiva de las interacciones
moleculares que propician la difusión y segregación
lateral de sus variados elementos lipídicos en dominios
discretos (8, 11). Estos últimos, presentaron
grandes dificultades en la definición de su tamaño,
forma y vida media. Problemas que se adjudicaron,
en gran medida, a la variabilidad entre ellos
y entre las membranas que los alojaban (12). Una
estrategia alternativa para su estudio consistió en
caracterizar las fases lipídicas en equilibrio en modelos
de membrana generados a partir de mezclas
definidas de lípidos (por ejemplo: 2-3 componentes),
asumiendo que dichas fases, conceptualmente,
representaban sus análogos. La caracterización
de estas fases en monocapas y bicapas sintéticas
permitió establecer los principios termodinámicos
que subyacen la segregación de fases inter e intramonocapas.
Un modelo ampliamente utilizado en
este tipo de estudios es el de las vesículas gigantes
unilamelares. Estas bicapas lipídicas esféricas (diá-
metro >20 μm) incorporan colorantes fluorescentes
que se particionan de manera diferencial en las
fases segregadas, permitiendo la discriminación de
estas últimas a través de imágenes de microscopía
de fluorescencia (13).
1.2. El modelo vigente: balsas de membrana
El concepto de segregación de lípidos fue retomado
por Simons y van Meer (1988) (14) en su modelo de
microdominios lipídicos, el cual postularon a partir
de sus estudios sobre la distribución diferencial de
esfingolípidos hacia la membrana apical de células
epiteliales. En dicho modelo, se plantea el ensamblaje
de microdominios de esfingolípidos de manera
específica en la monocapa luminal de la membrana
del aparato de Golgi, donde operarían como centros
de reclutamiento de aquellas proteínas destinadas a
incorporarse a la monocapa externa de la membrana
apical de dichas células. Un elemento adicional
128 Meza U, Romero-Méndez AC, Licón Y, Sánchez-Armáss S
al modelo de la estructura de las membranas bioló-
gicas, el colesterol, fue incorporado más tarde por
Simons e Ikonen (1997) (15) como un importante
coorganizador de nanodominios o balsas lipídicas.
El planteamiento de estos autores es que los complejos
de glicoesfingolípidos-colesterol se mantienen
estrechamente empaquetados y se comportan
como unidades o balsas dentro de la monocapa
externa de la membrana plasmática. A pesar que
desde 1973 ya se habían expuesto consideraciones
teóricas que predecían el que la fase ordenada de
la monocapa externa podría inducir el empaquetamiento
de regiones de la monocapa interna correspondiente,
hasta mediados de los años 1990s la
posible existencia de balsas se hallaba confinada a
la monocapa externa de las membranas biológicas.
Posteriormente, se ha mostrado que una organización
equivalente de nanodominios está también
presente en la monocapa citoplásmica (16), a pesar
de que esta última es pobre en esfingolípidos, especialmente
en esfingomielina (9,10). Sin embargo, ni
su correspondencia física con las balsas de la monocapa
externa, ni sus propiedades y componentes
estructurales han sido totalmente caracterizados.
Otro aspecto importante de este modelo tiene que
ver con la interacción que se da entre proteínas
y balsas lipídicas; donde sólo algunos elementos
proteicos son incluidos o anclados a las balsas,
mientras que otros son excluidos de sus límites en
función de su naturaleza molecular y de sus propiedades
termodinámicas (15). Más recientemente,
se ha consensuado la redefinición del concepto de
balsas lipídicas (lipid rafts) en favor del de balsas
de membranas (membrane rafts): Las balsas de
membrana son dominios pequeños (10-200 nm),
heterogéneos, altamente dinámicos, enriquecidos
en esteroles y esfingolípidos que compartimentan
procesos celulares. Estas pequeñas balsas pueden,
eventualmente, ser estabilizadas para formar plataformas
de mayor tamaño a través de interacciones
proteína-proteína y proteína-lípido (17). Es importante
señalar que esta definición, dada la necesaria
inclusión de esfingolípidos, excluye a los dominios
ordenados de la capa interna de la membrana plasmática
como balsas de membrana. A la fecha, se
reconocen dos tipos de balsas de membrana: balsas
planas y caveolas (18, Fig. 1). Las primeras están
alineadas en el plano de la membrana y su caracterización
ha sido muy difícil debido a su pequeño
tamaño (10-200 nm) y gran dinamismo (17). Las
caveolas, por su parte, corresponden a invaginaciones
de la membrana plasmática (50-100 nm de
diámetro) y, aun cuando están involucradas en los
procesos de transcitosis y potocitosis, muestran un
dinamismo mucho menor que el de las balsas planas
(15). Una característica distintiva de las caveolas es
su asociación con proteínas de soporte relativamente
pequeñas (21-24 kDa) denominadas caveolinas,
las cuales contribuyen a estabilizar su estructura a
través de su interacción con la monocapa interna de
la membrana plasmática. Las caveolinas funcionan
como estructuras de andamiaje para diversas proteínas
de señalización y como transportadores del
colesterol (sintetizado de novo) desde el retículo
endoplásmico hacia la membrana plasmática. Se
han identificado tres isoformas de caveolinas. Dos
de ellas se expresan ubicuamente (Cav-1 y Cav-2),
mientras que la expresión de la tercera (Cav-3)
está restringida a miocitos cardiacos y esqueléticos
(19). En neuronas, las caveolinas generalmente
están ausentes, aunque se ha reportado un grupo
de proteínas análogas denominadas flotilinas (18).
La significancia funcional de las balsas lipídicas es
un tema vigente y de gran interés debido a la propuesta
de que la compartimentación subcelular de
procesos podría acompañarse de un incremento en
su especificidad y eficiencia (18, 20).
1.3. Problemas del modelo de balsas de
membrana
Una crítica inicial muy fuerte al modelo de balsas
tiene que ver con el aislamiento y caracterización
de los dominios de membrana resistentes a
detergentes (MRDs), definidos operacionalmente
como balsas lipídicas (21). Diversos autores
han argumentado que los MRDs corresponden a
agregados de dominios de membranas promovidos
por las condiciones establecidas durante su
aislamiento (es decir, uso de Tritón X-100 a 4oC;
ambos tratamientos inducen cambios de fase) y
no necesariamente al estadio que tales dominios
pudieran haber guardado previo a su aislamiento
(22). Otro cuestionamiento importante se refiere
a la localización que guardan las proteínas transmembranales
(por ejemplo: receptores, canales
iónicos, ATPasas o acarreadores) en el plano de la
membrana. Con respecto a la posibilidad de que
su inserción pudiera darse al interior de las balsas
de membrana, se han esgrimido argumentos
termodinámicos que señalan la baja probabilidad
de este evento (23). Sin embargo, también existe
un cúmulo de evidencias bioquímicas y biofísicas
que sustenta su inserción en tales dominios de la
membrana (18, 24, 25). Más aún, se ha propuesto
que su incorporación pudiera ser un factor clave
en el establecimiento y patrón de distribución
de las balsas en la membrana plasmática (20).
El ensamble de ciertas proteínas al interior de
las balsas de membrana pudiera ser, asimismo,
condición indispensable para promover su funcionalidad
(26). Una hipótesis muy provocativa con
REB 29(4): 125-134, 2010 La membrana plasmática: modelos, balsas y señalización 129
relación al proceso de incorporación de proteínas
a las regiones ordenadas de la membrana refiere a
un proceso jerárquico (20, 24) en el que la etapa
inicial correspondería a la asociación de proteínas
individuales con una cubierta o monocapa lipídica
(lipid shell) enriquecida en glicoesfingolípidos y
colesterol (~7 nm), lo que facilitaría su incorporación
a balsas de membrana de mayor tamaño
(50-200 nm) y eventualmente, su confluencia en
plataformas funcionales asociadas a procesos de
señalización y/o tráfico de membranas. Finalmente,
tampoco se descarta la posibilidad de que las
proteínas transmembranales pudieran localizarse
en la frontera común entre las regiones desordenadas
y las balsas de membrana.
Con respecto a las denominadas proteínas periféricas
(no transmembranales) asociadas a la
membrana plasmática, es generalmente aceptado
que éstas se particionan en los dominios ordenados
y/o las MRDs como resultado de su fuerte anclaje
a la monocapa exterior a través de anclas lipídicas
de glicosilfosfatidilinositol (GPI) o bien, mediante
su asociación a la monocapa interna vía procesos
de acilación o prenilación (16) (Fig. 1). Ejemplos
representativos de proteínas periféricas asociadas
a la monocapa interna de la membrana plasmática
son las proteínas de la familia Src, la subunidad β
de las proteínas G, las flotilinas (a través de sus
procesos de acilación), caveolinas (mediante su
unión al colesterol) y anexinas (por medio de su
asociación con fosfolípidos).
2. Lipidómica de las biomembranas
El contenido total de colesterol y de fosfolípidos
(incluyendo el tipo de ácidos grasos que los componen)
en la membrana plasmática y membranas
intracelulares está bien caracterizado en distintos
Figura 1. Tipos de balsas de membrana. La membrana plasmática incluye dos tipos de balsas de membrana:
planas y caveolas. En ambos, se destaca la presencia de colesterol, esfingomielina y proteínas asociadas. Se ilustra
también la localización específica de caveolina en caveolas.
130 Meza U, Romero-Méndez AC, Licón Y, Sánchez-Armáss S
tejidos, tipos celulares y organelos intracelulares
(12, 27, 28). En general, el porcentaje de colesterol
alojado en la membrana plasmática es significativamente
mayor (~25% del total de lípidos) al
del aparato de Golgi (~8%), retículo endoplásmico
rugoso (~6%), retículo endoplásmico liso (~10%)
o mitocondrias (~3%) (12, 28, 29). La innegable
relevancia de la lipidómica de membranas bioló-
gicas conocida a la fecha, desafortunadamente es
eclipsada por la mínima proporción de elementos
comúnmente referidos (<15), no obstante la amplia
gama de especies lipídicas (~1000) que se
plantea está presente en estas membranas (30).
Sin lugar a dudas, resulta indispensable ampliar
nuestra actual perspectiva de la asociación de
procesos celulares con los elementos lipídicos de
las membranas biológicas.
3. Asimetría lipídica de las membranas
Las primeras evidencias de la distribución asimétrica
de lípidos en membranas biológicas se
obtuvieron a partir de experimentos realizados
en eritrocitos expuestos a fosfolipasas y esfingomielinasas
(9, 10). El compendio de estos y
posteriores reportes ha llevado a concluir que la
monocapa externa de la membrana plasmática
está compuesta principalmente de fosfatidilcolina
y esfingomielina, mientras que la monocapa
interna preferentemente incluye fosfatidilserina y
fosfatidiletanolamina (Fig. 2). Los glicoesfingolípidos
de la monocapa externa usualmente poseen
un ácido graso de cadena larga (18-24 carbonos)
que interacciona con las cadenas acílicas de los
lípidos de la monocapa interna de la membrana.
Lateralmente, se asocian entre sí a través de
puentes de hidrógeno y de las interacciones débiles
que se establecen entre sus carbohidratos. Por
su parte, aquellas regiones de la membrana que
exhiben un mayor grado de fluidez generalmente
involucran moléculas de fosfatidilcolina con ácidos
grasos insaturados. Se acepta que las regiones
Figura 2. Asimetría lipídica de la membrana plasmática. Estructura química y porcentaje constitutivo de los
principales lípidos de la membrana plasmática en sus monocapas externa e interna.
REB 29(4): 125-134, 2010 La membrana plasmática: modelos, balsas y señalización 131
ordenadas y fluidas pueden intercalarse en el plano
de la membrana plasmática. La asimetría lipídica
también está presente en la membrana del aparto
de Golgi y de endosomas. En contraste, ésta no
se observa en la membrana del retículo endoplásmico
(30). La asimetría lipídica entre las monocapas
de las biomembranas se genera a través
de distintos procesos: transferencia espontánea
de componentes lipídicos entre las monocapas
(flip-flop), actividad de ATP-asas transportadoras
de especies lipídicas y retención específica de
ciertos lípidos en una u otra de las monocapas.
La distribución asimétrica de los lípidos reviste
gran importancia, ya que previene el desarrollo
de ciertos tipos de síndromes autoinmunes que
pudieran comprometer la integridad de la membrana
plasmática y, por lo tanto, la viabilidad
celular. El patrón de distribución de colesterol
entre las monocapas es un aspecto que a la fecha
no está del todo dilucidado; existen reportes que
lo ubican de manera preferente en la monocapa
interna de la membrana plasmática, otros que lo
sitúan principalmente en la monocapa externa
o, incluso, aquellos que sostienen que su rápida
trasferencia entre las dos monocapas propicia su
distribución homogénea (29).
4. Viscosidad de la membrana
La viscosidad es una propiedad de los fluidos que
provee información acerca de su orden molecular.
En el caso de las membranas biológicas este
parámetro varía entre 1.5 y 3.8 P (P, poise = 1
g·cm−1·s−1), dependiendo del tipo celular (12),
mientras que en la fase fluida del citoplasma (en
ausencia de colisiones o uniones a macromoléculas
citoplásmicas del indicador de viscosidad) su
valor es similar al del agua: 0.007 P, a 37oC. La
monocapa externa de la membrana posee una
menor viscosidad que su contraparte interna (31) y
cada una de ellas, a su vez, presenta un gradiente
de viscosidad decreciente de la periferia hacia el
centro (31). Interesantemente, la incorporación de
colesterol modula en ambos sentidos la viscosidad
Figura 3. Efecto dual del colesterol sobre la viscosidad de bicapas lipídicas. El colesterol disminuye o aumenta la
viscosidad de bicapas lipídicas al incorporarse a regiones en fase cristalina o líquido-desordenado, respectivamente.
Las cadenas aciladas de la fase resultante líquido-ordenado presentan menor movimiento térmico que las de la fase
líquido-desordenado. Nótese que los cambios de temperatura indicados (± Calor) traspasan su valor crítico (Tc) o
de transición. Ts representa la temperatura del sistema. Diagrama modificado de Chapman (36).
.
132 Meza U, Romero-Méndez AC, Licón Y, Sánchez-Armáss S
de las bicapas lipídicas en función de la fase en que
se encuentren las cadenas aciladas; la disminuye al
actuar sobre fases cristalinas (Lβ) y la aumenta al
incorporase a la fase de líquido-desordenado (Lα)
(26, 32) (Fig. 3). Mediante la técnica de 31P-NMR
(resonancia magnética nuclear) se ha demostrado
que la presencia de colesterol disminuye de manera
importante la difusión lateral de fostatidilcolina
en liposomas. El efecto promotor de orden
del colesterol se adjudica primordialmente a su
estructura tetracíclica, la cual favorece su interacción
con ácidos grasos saturados en conformación
all-trans (26, 32). Este aumento en la viscosidad
de la membrana se acompaña de un incremento
en su grosor, una reducción en su permeabilidad a
compuestos hidrófilos y la segregación de algunos
de sus componentes debido al desfasamiento (mismatch)
hidrófobo generado por la incorporación
del colesterol. La reducción de la permeabilidad a
compuestos hidrófilos por la adición de colesterol
a bicapas lipídicas se puede explicar por el efecto
aditivo o la interacción de los siguientes mecanismos:
a) Efecto condensante del colesterol que
promueve una reducción en el área molecular de los
fosfolípidos; en ausencia de colesterol las moléculas
de fosfolípidos (a 0oC) ocupan un área de 0.60
nm2 y con colesterol 0.51 nm2. b) Formación de un
cinturón de puentes de hidrógeno en la interfase
de la bicapa entre el 3β-hidroxilo del colesterol, el
carbonilo del ácido graso esterificado y el agua.
Aproximadamente, 11 moléculas de agua se unen
al grupo polar de un fosfolípido en la bicapa. A
partir de mediciones de la capacitancia eléctrica de
liposomas se ha determinado que (partiendo del
extremo carbonilo) las moléculas de agua penetran
la bicapa hasta alcanzar el tercer o cuarto residuo
metileno. En consistencia con lo anterior, estudios
de resonancia del spin del electrón (ESR) sugieren
Figura 4. Balsas de membrana y señalización. Las balsas de membrana favorecen la transducción de señales
extracelulares al actuar como estructuras de andamiaje donde convergen distintos elementos implicados en las
vías de señalización.
REB 29(4): 125-134, 2010 La membrana plasmática: modelos, balsas y señalización 133
que las moléculas de agua penetran al menos hasta
el segundo residuo metileno. c) La estructura
tetracíclica rígida del colesterol restringe los movimientos
de los carbonos 2º -10º de las cadenas
aciladas que lo rodean, sin afectar la movilidad del
metilo terminal de la cadena hidrocarbonada. La
inserción de colesterol en regiones ordenadas de
la membrana, en contraste, promueve su fluidez al
inhibir el empaquetamiento de las cadenas acílicas
de los ácidos grasos o su cristalización. Otros compuestos
como esfingomielina, Ca2+ y Mg2+, también
se ha reportado que modifican la viscosidad de las
biomembranas (32).
5. Balsas de membrana y señalización
Diversos estudios han adjudicado un papel importante
a las balsas de membrana en la organización
espacial y temporal de los distintos elementos
involucrados en la transducción de señales extracelulares,
apoptosis, infección viral, adhesión y migración
celular, transmisión sináptica, organización
del citoesqueleto y direccionamiento de proteínas
durante los procesos de endocitosis y exocitosis
(15, 18). Una estrategia ampliamente utilizada en
la evaluación de estas tareas consiste en propiciar
el desacople de los elementos constitutivos de las
balsas de membrana (planas o caveolas) mediante
el uso de fármacos que secuestran (por ejemplo:
filipina, nistatina y anfotericina) o disminuyen
(por ejemplo: metil-β-ciclodextrina) el colesterol
alojado en las membranas celulares (Fig. 4). En
el caso de las caveolas, su desmantelamiento
también se logra al eliminar o interferir con el
funcionamiento de sus proteínas constitutivas: las
caveolinas. La efectividad de ambos procedimientos
está bien documentada (18). Así por ejemplo,
el pre-tratamiento con metil-β-ciclodextrina elimina
la típica inhibición de los canales de potasio
sensibles al voltaje (KV7.2/7.3) inducida por la
estimulación de receptores muscarínicos (M1 o
M3) co-expresados en células HEK293 (33). Por
otra parte, se ha demostrado que la expresión de
caveolina-3 en miocitos cardiacos es esencial para
que se dé la modulación de los canales CaV1.2 (tipo
L) por receptores β2-adrenérgicos (34). Finalmente,
también se ha reportado que la desestabilización
de las balsas puede afectar la expresión y/o la
actividad (tanto en el sentido de pérdida como de
ganancia de funciones) de diversas proteínas de
membrana al modificar el ambiente lipídico que las
rodea (33-35).
6. Conclusión
El concepto de membrana plasmática ha cambiado
radicalmente desde su propuesta inicial, basada
en sus propiedades osmóticas, a finales del siglo
XIX. La incorporación de diversas y novedosas características
estructurales y funcionales a lo largo
de estos años ha propiciado el establecimiento de
un modelo dinámico que incluye la presencia de
heterogeneidades denominadas balsas de membrana.
Según este modelo, tales dominios representan
plataformas estructurales lípido-proteicas
que propician la eficiente modulación de procesos
fisiológicos asociados a la membrana plasmática.
Los principios que subyacen la dinámica de ensamblaje-disociación
de las balsas de membrana,
así como sus posibles repercusiones funcionales
(como la señalización) en los diferentes ambientes
y contextos celulares, incluso en las membranas
intracelulares, actualmente son materia de intenso
estudio.http://www.medigraphic.com/pdfs/revedubio/reb-2010/reb104d.pdf
La realización de este trabajo fue
apoyada parcialmente por los siguientes convenios:
CONACyT 61248 y C09-FRC-07-28.28-UASLP a
U.M.; C10-FAI-05-46.75-UASLP a S.SA.; P/PIFI
2009-24MSU0011E-12 a U.M. y S.SA.
REFERENCIAS
1. Jacobs ME (1962) Early osmotic history of
the plasma membrane. Circulation 26:1013-
1021.
2. Fricke H (1923) The electric capacity of cell
suspensions. Phys Rev Series II 21:708-709.
3. Gorter E, Grendel F (1925) On bimolecular
layers of lipoids on the chromocytes of the
blood. J Exp Med 41: 439-443.
4. Danielli JF, Harvey EN (1934) The tension at
the surface of mackerel egg oil, with remarks
on the nature of the cell surface. J Cell Comp
Physiol 5: 483-494.
5. Danielli JF, Davson HA (1934) Contribution to
the theory of permeability of thin films. J Cell
Comp Physiol 5:495–508.
6. Robertson JD (1959) The ultraestructure of
cell membranes and its derivatives. Biochem
Soc Symp 16: 3-43.
7. Singer SJ, Nicolson GL (1972) The fluid mosaic
model of the structure of cell membranes.
Science 175:720-731.
8. Chapman D (1975) Phase transitions and fluidity
characteristics of lipids and cell membranes.
Quart Rev Biophys 8:185–235.
134 Meza U, Romero-Méndez AC, Licón Y, Sánchez-Armáss S
9. Bretscher MS (1973) Membrane structure:
some general principles. Science 181: 622-
629.
10. Rothman JE, Lenard J (1977) Membrane
asymmetry. Science 195:743-753.
11. Jain MK, White HB (1977) Long range order
in biomembranes. Adv Lipid Res. 15: 1-60.
12. Jain MK, Wagner RC (1980) Introduction to
biological membranes. John Wiley and sons.
New York. USA, p 382.
13. Akashi KI, Miyata H, Itoh H, Kinosita K (1996)
Preparation of giant liposomes in physiological
conditions and their characterization under
an optical microscope. Biophys J 71:
3242-3250.
14. Simons K, van Meer G (1988) Lipid sorting in
epithelial cells. Biochemistry 27: 6197-6202.
15. Simons K, Ikonen E (1997) Functional rafts in
cell membranes. Nature 389: 569-572.
16. Zacharias DA, Violin JD, Newton AC, Tsien RY
(2002) Partitioning of lipid-modified monomeric
GFPs into membrane microdomains of
live cells. Science 296: 913-916.
17. Pike LJ (2006) Rafts defined: a report on the
keystone symposium on lipid rafts and cell
function. J Lipid Res 47:1597-1598.
18. Allen JA, Halverson-Tamboli RA, Rasenick
MM (2007) Lipid raft microdomains and neurotransmitter
signalling. Nat Rev Neurosci
8:128-140.
19. Cohen AW, Hnasko R, Schubert W, Lisanti
MP (2004) Role of caveolae and caveolins
in health and disease. Physiol Rev 84:1341-
1379.
20. Ligwood D, Simons K (2010) Lipid rafts as
a membrane-organizing principle. Science
327: 46-50.
21. Brown DA, Rose JK (1992) Sorting of GPIanchored
proteins to glycolipids-enriched
membrane subdomains during transport to
the apical cell surface. Cell 68: 533-544.
22. Munro S (2003) Lipid rafts: elusive or illusive?
Cell 115: 377-388.
23. Fastenberg ME, Shogomori H, Xu X, Brown
DA, London E (2003) Exclusion of a transmembrane-type
peptide from ordered-lipid
domains (rafts) detected by fluorescence
quenching: extension of quenching analysis
to account for the effects of domain size and
domain boundaries. Biochemistry 42:12376–
12390.
24. Anderson RG, Jacobson K (2002) A role for
lipid shells in targeting proteins to caveolae,
rafts, and other lipid domains. Science
296:1821-1825.
25. Jacobson K, Mouritsen OG, Anderson RG
(2007) Lipid rafts: at a crossroad between
cell biology and physics. Nat Cell Biol 9:7-14.
26. Simons K, Vaz WL (2004) Model systems, lipid
rafts, and cell membranes. Annu Rev Biophys
Biomol Struct 33: 269-295.
27. White AD (1973) The phospholipid composition
of mammalian tissue. En Form and function
of phospholipids. Ed. Ansell GB, Hawthorne
JN y Dawson RMC. BBA Library Vol 3.
Elsevier Scientific Publishing Co. New York
USA, pp. 441-478.
28. McMurray WC (1973). Phospholipids in subcellular
organelles and membranes. En Form
and function of phospholipids. Ed. Ansell GB,
Hawthorne JN y Dawson RMC. BBA Library
Vol 3. Elsevier Scientific Publishing Co. New
York USA, pp. 205-246.
29. Ikonen E (2008) Cellular cholesterol trafficking
and compartmentalization. Nat Rev Mol
Cell Biol 9:125-138.
30. van Meer G, Voelker DR, Feigenson GW (2008)
Membrane lipids: where they are and how
they behave. Nat Rev Mol Cell Biol 9:112-124.
31. Schachter D, Abbott RE, Cogan U, Flamm M
(1983) Lipid fluidity of the individual hemileaflets
of human erythrocyte membranes. Ann
N Y Acad Sci 414:19-28.
32. Grant CWM (1983) Lateral phase separations
and the cell membrane. En Membrane Fluidity
in Biology. Vol. 2. General Principles. Ed.
Aloia R.C. Academic Press. New York USA,
pp. 131-150.
33. Oldfield S, Hancock J, Mason A, Hobson SA,
Wynick D, Kelly E, Randall AD, Marrion NV
(2009) Receptor-mediated supression of potassium
currents requires colocalization within
lipid rafts. Mol Pharmacol 76:1279-1289.
34. Balijepalli RC, Foell JD, Hall DD, Hell JW, Kamp
TJ (2006) Localization of cardiac L-type Ca2+
channels to a caveolar macromolecular signaling
complex is required for β2-adrenergic regulation.
Proc Natl Acad Sci USA 103: 7500-7505.
35. Pontier SM, Percherancier Y, Galandrin S, Breit
A, Gales C, Bouvier M (2008) Cholesterol-dependent
separation of the β2-adrenergic receptor
from its partners determines signaling efficacy:
insight into nanoscale organization of
signal transduction. J Biol Chem 283: 24659-
24672.
36. Chapman D (1973). Physical Chemistry of
Phospholipids. En Form and function of phospholipids.
Ed. Ansell GB, Hawthorne JN y Dawson
RMC. BBA Library Vol 3. Elsevier Scientific
Publishing Co. New York USA, pp. 117-141.
No hay comentarios:
Publicar un comentario